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Hace unos días comunicábamos el fallecimiento de don Antonio Algora. Hoy queremos expresar a través de dos voces, Anna Almuni e Inma Pache, lo que ha significado para la Institución Teresiana su persona como obispo y como amigo, constructor de ciudadanía desde un diálogo que nace de la escucha profunda.

Don Antonio Algora, pastor y amigo

Conocí a Don Antonio entre el 2000 y el 2003 en Teruel. Coincidiendo con celebraciones de la Institución Teresiana y con la canonización de Pedro Poveda en la que participó activamente, formando parte del encuentro de sacerdotes amigos de la Institución en Guadix en el 2003.

Tenía en aquella época un secretario, nuestro estimado Agustín Fernández, un sacerdote entusiasmadamente impulsor de la pastoral de los jóvenes y el crecimiento de ACIT JOVEN. Don Antonio le llamaba “el Povedica”… la convivencia y la amistad de ambos hizo que Don Antonio conociera i estimara más a la IT.

Mis encuentros con D. Antonio fueron una delicia… su temperamento cercano y su escucha, su capacidad de trabajo y de estar siempre presente y a disposición de los demás, yo una catalana en Teruel… él me preguntaba… Su cercanía no era en el mundo de las ideas, sino con cada persona con quien trabara relación y amistad.

Nos reencontramos a partir del 2008 en los encuentros de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, él como obispo responsable del Departamento de Pastoral Obrera (desde el año 1990) de la Conferencia Episcopal Española. Convencido del papel de los laicos, siempre animándonos a trabajar como delegados de Apostolado Seglar. En esta etapa con más años, y después jubilado, sereno, destilando ternura, acogida, proximidad… olor a oveja. Con sus intervenciones avanzaban las reuniones, siempre tenía una palabra de sabiduría y aclaraba los puntos difíciles a ser resueltos.

En cada encuentro encontraba un ratito para que conversáramos. Como quien está esperándote sin prisas y con mucha, mucha ternura. Uno de esos momentos, fue después de la muerte de Agustín, estuvimos recordándole largamente, con que cariño hablaba de él, compartimos palabras y silencio.

Entre los delegados de Apostolado Seglar de la CEE la noticia de su muerte ha provocado preciosos comentarios…

“Don Antonio formó parte de nuestra Comisión desde siempre y en su ministerio hizo una apuesta clara por el laicado y el mundo del trabajo”.

“Siento una tristeza muy grande por no haber tenido la ocasión de despedirme de él como merecía y haberle dado las gracias por tantos años de dedicación y entrega, siempre generosa, siempre alegre”.

Pascua… un amigo más en el cielo. Nos dejó en el día de Santa Teresa de 2020… Coincidencia… o paso del Dios del amor.

Por Anna Almuni

Nuestras calles saben de su implicación ciudadana y social

Desde Teruel, una voz más que se une al testimonio de gratitud por la vida de D. Antonio Algora. Él supo estar en esta tierra compartiendo con sus gentes desde la realidad concreta. Nuestras calles saben de su caminar diario en la conversación sencilla con los ciudadanos/as con quienes se encontraba. Muy pronto, al estilo de Jesús, se implicó y participó en la promoción y desarrollo de esta tierra y en su empeño y deseo por dignificarla.

Su actitud conciliadora, sus habilidades comunicativas y su compromiso con la verdad construida desde la escucha profunda, le facilitaron crear un mundo de relaciones haciendo posible el diálogo entre diferentes posturas e ideologías.

De la mano de Agustín Fernández, su secretario personal durante sus casi 18 años en Teruel, se entraña con el carisma de Pedro Poveda y conoce más a fondo la Institución Teresiana. El proyecto de la Institución en Teruel es testigo de su colaboración, cercanía y apoyo. En un momento difícil para la ciudad en el que diversos grupos civiles y de Iglesia se ven avocados a cerrar sus puertas y abandonar sus proyectos, él reconoce la presencia de la Institución Teresiana y expresa: “Mientras muchos se van de Teruel, la Institución arregla su casa y permanece”.

Recordarle es sentir su presencia entre nosotros y su impulso en la implicación ciudadana y social intentando hacer vida la parábola del samaritano, atentos a las necesidades concretas del momento presente en el que la vulnerabilidad personal y social queda tan manifiesta.

Por Inmaculada Pache

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