Un grupo de 75 estudiantes en una escuela de formación de laicos en Chicago ofrecieron algunas agudas observaciones sobre la película Poveda. Se ofrecen aquí en ocasión del aniversario de la canonización de san Pedro Poveda, el 3 de mayo de 2003.  

“¡Qué alegría entrar en un museo con tantas mentes brillantes!” dice Poveda en un momento de la película. La escena es la apertura de la Academia de Oviedo, y de ese momento se puede partir para desarrollar todo el tema de la dignidad humana en la vida y la obra educativa de Poveda. La manera de elevar a la mujer, que conecta con otras escenas como la de la niña que pregunta si las escuelas de Guadix van a ser también para chicas; la de la esposa del cuevero que lamenta que su esposo no haya nacido en otro lugar para haber salido adelante; la de las mujeres a las que se les proporcionan materiales para un taller; la del propio miliciano que no sabe leer y a quien Poveda le recomienda que aprenda; o la miliciana que pregunta qué pasó de las ‘chicas’ de las Academias…

Los jóvenes señalaron además la singular confianza que ponía Poveda en los jóvenes y el sentido de presencia y acompañamiento en la escena del orfanato donde Poveda afirma: “a veces, sólo hace falta estar”.  En todo esto brilla la espiritualidad de Encarnación tan fuerte en él.

Junto a ello se da el profundo convencimiento de la necesidad de la educación para llevar a las personas a su plena realización humana y social. Y, como sustento de todo, la oración; una oración que le conectaba con el sueño de Dios sobre la historia; una oración que, desde un profundo sentido de pertenencia a la Iglesia de Jesús, sintiéndose instrumento en las manos del Padre, le llevaba al total desprendimiento para ir a donde fuera necesario. Poveda vivió una relación con Dios personal, convencida y de total dependencia de Aquel a quien le pertenece todo. Sabía de quien se fiaba y no quedó confundido.

Por Carmen F. Aguinaco

Grupo de estudiantes de Liderazgo Pastoral Hispano de la Archidiócesis de Chicago