¿Y qué la hizo especial?  Estrella y Antonio, voluntarios de la Asociación Socioeducativa y Cultural Poveda, relatan su experiencia. El domingo, 17 de marzo, la ASC Poveda acogió, como en ocasiones anteriores, una salida cultural que organiza la Pastoral Penitenciaria de Jaén con voluntarios e internos del Centro Jaén II. 

Estas salidas forman parte de la programación de la Pastoral Penitenciaria como un medio de posibilitar cierto respiro a los internos del módulo de respeto de la prisión que participan en ellas.

La ASC Poveda, de carácter civil, que gestiona la Institución Teresiana de Linares, es colaboradora habitual en esta iniciativa, que se había hecho esperar desde la llegada de la pandemia. El objetivo es ofrecer a los participantes actividades al aire libre que contrasten con su entorno habitual. El paisaje minero de Linares es un enclave ideal para ello. Además de 17 miembros de la Asociación y que participan habitualmente en sus actividades en Linares, llegaron de Jaén 11 personas privadas de libertad, 5 voluntarios de Pastoral Penitenciaria y un funcionario de prisiones.

Tras un desayuno típico de chocolate con churros, comenzó la ruta.  En esta ocasión, el guía fue Isaac Peralta, buen conocedor de la minería local y voluntario de la Asociación. Al regresar, en el Centro Cultural Poveda, una rica comida preparada por personas voluntarias y la celebración de la eucaristía espera a los senderistas. Es el momento profundo y emotivo de compartir vivencias personales. Otros dos voluntarios, Estrella Casado y Antonio Castro, nos cuentan cómo lo vivieron.

“Hoy ha sido muy diferente”

Este domingo hemos salido a hacer una ruta de senderismo por las minas de Linares. Para mí esto es algo habitual y lo hago muy a menudo. Pero hoy ha sido muy diferente. Salir a caminar por el campo te llena de energía y te libera de la rutina diaria. En esta ocasión nos acompañaban personas privadas de libertad acompañados de voluntarios de Pastoral Penitenciaria. Esta salida había sido autorizada gracias a su buena conducta.

 

De alguna manera esto nos situaba en una extraña incertidumbre y expectación. Nuestro primer encuentro en la churrería, apetitoso desayuno, rápidamente nos ha liberado de nuestra incertidumbre. Muy pronto se ha roto el hielo y hemos comenzado a hablar y a conocernos.  Los chicos se veían contentos y con ganas de comunicarse. No en vano verse fuera de la cárcel, aunque solo sea por un día, podía ser algo estupendo para ellos. Lo curioso es ver cómo también para nosotros comenzaba a ser un día especial y diferente.

 

Sus caras, sus historias… Los padres de uno de ellos que vinieron a desayunar con él… ¡Qué alegría se veía en sus ojos! El nerviosismo del encuentro y quizás la normalidad de la calle. Nadie reparaba en ese grupo de personas que para nada eran diferentes a los demás deambulantes.

 

Pronto salimos en microbús para acercarnos al principio de la ruta. Ahora el gran espacio al aire libre, el camino, el sol, la luz… unos y otros caminando y hablando. Me ha sorprendido cómo parecían estar deseando contarnos algo de su vida, de su situación, de cómo han ido cambiando desde su entrada en prisión; y ahora, con sus deseos de mejorar hacia la ansiada libertad.

 

El camino ha sido agradable, ellos siempre interesados y atentos a las explicaciones sobre el paisaje minero. Era aleccionador su capacidad de escucha y de aprendizaje.

 

Después de una larga ruta de más de tres horas hemos llegado al Centro Cultural Poveda de la Institución Teresiana en Linares.  ¡Qué alegría para todos! Allí nos esperaba un grupo de gente extraordinaria que nos había preparado una comida exquisita: migas, con su chorizo y su tocinillo, ensalada, frutas y ricos dulces de elaboración casera. ¡Qué gente tan generosa! Un aplauso para ellos.

 

Una vez degustada tan opípara comida hemos hecho un círculo para compartir la experiencia. Este sí que ha sido, al menos para mí, un momento emotivo. Sé que también para todos los demás.  ¡Aquí ha llorado hasta el cura!

 

Por último, una Eucaristía llena de presencia de Dios. “Esto es tierra santa”, ha dicho uno de los celebrantes. En ese momento y en otros muchos yo he palpado la presencia de Dios allí, junto a nosotros, llorando y riendo, comiendo y compartiendo…

 

Gracias a Dios por esta experiencia y muchas gracias a todos los que la habéis hecho posible. ¡¡Ánimo chicos!! Dios está con vosotros. Toda la fuerza y todo el amor.

 

Estrella Casado

Al final de la ruta “era casi de noche, pero había una claridad de amanecida.”

Linares, 17 de marzo. Era en la mañana. Bienvenida del grupo de la Institución Teresiana. Y comenzaron los saludos… Al momento, nacieron los abrazos. Ya no se distinguían qué brazo era libre y cuál estaba encarcelado. Sucedió como la vez aquella en que el dueño de un perro, contra mí furioso, me dijo: “Coge mi brazo, él no sabrá donde empieza el mío y sigue el tuyo”.

 

Nos sentamos en la mesa del desayuno y nos reconocimos como familia. Desapareció del grupo lo tuyo y lo mío y comenzamos a sentir que nuestras vidas eran la savia de un solo corazón. El sentirnos hermanos y hermanas fue el terremoto que abrió las puertas de las prisiones. El Señor estaba allí y, viéndonos, sonrió y nos abrazo juntos.

 

Y en el aire de aquella mañana, en medio de las palabras, hubo un silencio y su voz llegó cariñosa y clara: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos…” Luego, al vernos en la mesa así, como familia de hermanos y hermanas, añadió: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.

 

Y comenzamos a andar por los caminos de la historia y de las minas de Linares. El paisaje se llenó de risas y cada cual contaba un trozo de vida. Las horas nos llevaron a la mesa y la comida. Ya no se distinguía bien quienes habían llegado y quienes estaban. Todo en la casa de la calle Pontón, 51 era una fiesta: comimos el mismo pan y bebimos del mismo vino y de la misma agua. Luego, el Señor se hizo pan y vino también y se nos dio en corazón partido.

 

En la tarde no hubo despedidas fue un ‘siempre estaremos juntos, porque vuestras vidas son las nuestras’. Todo fue un abrazo y no se distinguía bien quienes se iban y quienes se quedaban.

 

Era casi de noche, pero había una claridad de amanecida.

 

Antonio Castro