En este artículo, Emma Martínez Ocaña comenta un libro de Juanjo Tamayo ‘La compasión en un mundo injusto’ publicado en 2021. “La compasión es el fundamento de la ética y de nuestros comportamiento humanos solidarios”.

¿Es posible vivir la compasión y la esperanza en un mundo injusto, en guerra y en una tierra a punto de colapsar? 

Vivimos tiempos cada vez más difíciles, yo siento en muchos momentos. Este actual es uno de ellos en el que me puede el desconcierto, el dolor, la indignación, el no entender qué nos está pasando como sociedad, cómo seguimos eligiendo a quiénes nos roban el dinero en el presente y nos quieren robar el futuro desde el negocio de la guerra, y un negacionismo climático que puede ser asesino.

En la perplejidad en la que me encuentro y necesitando calmar mi mundo emocional para poder mirar con esperanza y coraje el momento presente, recién terminada la pandemia leí un libro de Juanjo Tamayo que me ayudó mucho: La compasión en un mundo injusto, Fragmentos, 2021 (la editorial es Fragmenta) y he vuelto a releerlo. Lo recomiendo vivamente. Para mí ha sido un aliento de esperanza y la fuerza para volver a recuperar el deseo de practicar una compasión personal, social, política como un camino para la paz.

Juanjo con una gran lucidez comienza avisando de que la compasión, y yo añado también la esperanza, son ‘virtudes’ que cotizan a la baja porque están mal comprendidas y/o explicadas tanto desde la  religión como desde la mentalidad actual.

¿Hay poca compasión porque se considera que es una virtud débil, sentimental, e incompatible con la denuncia, la defensa, el coraje de luchar por lo que cada cual considera valioso? Creo que sí.

Siento que pasa igual con la esperanza considerada una virtud pasiva, incluso alienante, en vez de considerarla como el coraje por luchar y tratar de conseguir lo que esperamos a nivel personal, comunitario, social y político.

A lo largo de este muy valioso libro Juanjo de-codifica y re-codifica la compasión. Me ha gustado mucho su formulación de que la compasión es “mirar la realidad con (y desde) los ojos de las víctimas”, “tomarnos en serio el mal y no banalizarlo” luchando contra las causas de ese mal y sufrimiento.

En estos días que estamos horrorizadas por la matanza de una población entera, (en estos momentos ya hay más de 8.000 muertos en Palestina y de ellos casi 3.000 niñas y niños, y la cifra aumenta por momentos), nos descorazona la banalización del mal que en algunos mensajes de redes sociales y de tertulias estamos oyendo y viendo. Yo no soy pesimista, pero en momentos como estos siento mucha dificultad para creer que nuestra especia es ‘Sapiens’, más bien como dice Leonardo Boff es ‘Demens’.

Volviendo al libro de Tamayo resalto su originalidad en el hecho de que incorpora un nuevo principio teológico: el principio, en plena sintonía con el principio-esperanza, el principio-liberación, el principio-género.

Tanto la compasión como la esperanza, para ser auténticamente transformadoras necesitan partir de un lúcido análisis de la realidad. Si no partimos de la realidad, por dura que ésta sea, hablar de compasión y /o esperanza pueden ser un alivio, un bálsamo personal pero no hacen posible un cambio de esa realidad.

Recojo aquí, porque a mí me ha ayudado, algunas de las 11 brechas que hoy padecemos y que Juanjo describe  y que a su vez son el caldo de cultivo de muchos de los males que tenemos encima:

  • La económico social entre riqueza y pobreza, que provoca una creciente aporofobia
  • La patriarcal que provoca feminicidios y violencia machista.
  • La colonial entre las superpotencias y el colonialismo cultural que provoca el mantenimiento de la colonialidad
  • La ecológica que desemboca en ecocidio
  • La afectivo-sexual entre heterosexualidad y LGTBIQ+ que provoca el odio y la LGTBIFOBIA y transfobia.
  • La que expulsa, rechaza, demoniza a migrantes y refugiados que agudiza aún más la xenofobia

Y otras muchas más… que desentraña con una gran maestría y seriedad intelectual.

Hoy, en pleno genocidio del pueblo palestino, la brecha entre una potencia económica y bélica y un pueblo cercado por tierra, mar y aire pobre, sin ejército y sin salida para su población, esa brecha se nos hace insoportable.

Agradezco a Juanjo su lúcida denuncia. Sin hacer un análisis de la realidad y desenmascarar sus causas no es posible construir nada nuevo ni positivo, ni practicar la compasión.

Recomiendo la re-codificación que hace de la compasión para convertirla en una virtud social y política y no solo personal.

La primera afirmación es que la compasión es una característica fundamental del ser humano, y llega a hacer una afirmación con la que estoy totalmente de acuerdo: “Sin compasión no hay humanidad”… “La compasión nos hace humanos. La falta de compasión nos deshumaniza”… “Sin compasión no hay respeto por la vida de los otros sino la guerra de todos contra todos”

La compasión es el fundamento de la ética y de nuestros comportamientos humanos solidarios. Porque, como expresa con toda claridad en uno de sus capítulos, “no hay compasión sin justicia.”

Como mujer que soy, y ante el aumento de la violencia contra las mujeres, los feminicidios, las violaciones, las múltiples agresiones, agradezco de un modo especial el capítulo que dedica a la “Compasión como memoria subversiva de las mujeres olvidadas”.  Magistralmente expone que las mujeres han sido y siguen siendo las principales víctimas del sexismo, neoliberalismo, clasismo, racismo patriarcal, del supremachismo. Recoge y sintetiza la ética emancipatoria del feminismo que resume en un breve decálogo.

Del recorrido que Juanjo hace por la compasión en las religiones, muy documentado y valioso, quiero resaltar la compasión en Jesús de Nazaret, porque tanto para mí como para muchas personas, tiene rasgos muy valiosos para nuestro momento. Es frecuente poner de relieve la capacidad compasiva de Jesús para las víctimas del desamor y del sistema. El lugar central que ocupa la compasión en el proyecto de Jesús viene referido por el texto y el contexto de la parábola del Buen Samaritano. Lo que no es tan frecuente, y yo lo agradezco especialmente porque no nos resulta fácil, es saber vincular denuncia profética, valiente y desenmascaradora de las mentiras e injusticias con la compasión para con las personas y pueblos. Compasión conflictiva, compasión e indignación, compasión que se hace ayuda interpersonal y denuncia de un sistema injusto que provoca esas víctimas. Ojalá sepamos aprender del Nazareno esos difíciles binomios.

Otro rasgo de la compasión que quiero resaltar por la urgencia que siento de saber vivirlo es la capacidad de vivir una mística de ojos abiertos, con una compasión que se hace política eficaz en favor de las múltiples víctimas del sistema y del desamor social y personal.

Volver a releer hoy este libro me ha devuelto la esperanza de que es posible otro mundo donde la mística, el cuidado, la compasión, la denuncia profética y la política eficaz se besen y se hagan verdad en nuestro mundo. Lo necesitamos y mucho.

Termino con la cita con la que inicia su libro: “¿Sabes Jürgen (Habermas)? Ahora sé en qué se fundan nuestros juicios de valor más elementales: en la compasión, en nuestro sentimiento por el dolor de los otros”

Quiero terminar esta reflexión dando las gracias a Juanjo por esta joya de libro que nos muestra un camino hacia la paz que pasa por la compasión y la esperanza, virtudes hoy especialmente urgentes y necesarias.

Por Emma Martínez Ocaña