Hay una tarea que ocupa toda nuestra vida: ser persona. Tarea no fácil y para la que encontramos muchos obstáculos, pero también muchas ayudas en el camino. Victoria fue una mujer y maestra que supo ayudar a otros a ser persona de una manera sencilla y cotidiana.
Victoria fue fiel discípula de Pedro Poveda, de quien un habitante de las cuevas de Guadix dijo: “A mí Poveda me hizo persona”. Y su vida como maestra tuvo como tarea importante hacer personas. ¿Qué es necesario para hacer personas? Defender la dignidad, proporcionar belleza, verdad y bondad, dar espacios de libertad, elevar todo lo que se toca.
De cómo Victoria conocía a las familias con las que trabajaba, buscaba soluciones a sus necesidades, se ingeniaba caminos para defenderlos con respeto y prudencia, nos habla toda su trayectoria en Cheles y en Hornachuelos. Trabajos, becas, talleres de costura… En una ocasión le preguntó a una compañera maestra de otro pueblo: “¿Te quieren tus alumnas? Con eso, ya tienes la mayor parte del trabajo hecho”. Porque los alumnos reconocen el respeto que se les otorga y responden a ello con mayor intensidad que a cualquier palabra.
Para ser persona es necesario ser conocido y reconocido como un ser único. A Victoria la querían porque sabían que ella conocía a cada una por su nombre, con su realidad y les hablaba a cada una desde ahí.
Con sus labores, su arte, y sus acciones, Victoria sabía proporcionar belleza, verdad y bondad en un lugar donde, quizá por mucho tiempo, hubieran faltado estos tres elementos de humanidad más esenciales. Esto es hacer personas al estilo de Poveda.
Por Carmen F. Aguinaco
Gracias por este comentario sobre Victoria Diez, tan sencillo, tan profundo y tan atrayente.