Carmen F. Aguinaco se trasladó a Segovia para encontrarse con Ana Mª Mandiola y María Teresa Cuervo. Dos mujeres de la Institución Teresiana que viven en un pueblo de Segovia. Ni su edad ni la distancia les impide atender a inmigrantes en la capital.

Entre las dos, tienen cerca de 180 años… Pero tal dato no les importa ni frena ninguna actividad. “Estamos en este mundo para algo y, mientras tengamos fuerza para mantenernos en pie, seguiremos trabajando por la misión”, aseguran Ana María Mandiola y María Teresa Cuervo.

Ana Mandiola, nacida en el País Vasco, fue una de las primeras personas de la Institución en Filipinas. María Teresa Cuervo empezó su andadura en la Institución en Madrid. Las dos coincidieron en Florida, Estados Unidos, donde durante muchos años trabajaron en educación y consejería psicológica. Ana María, que fue coordinadora del grupo de la Institución en Estados Unidos, colaboró también intensamente con la Archidiócesis de Miami en la creación de centros residenciales para personas mayores, un modelo de viviendas independientes, pero con asistencia y acompañamiento cuando era necesario. María Teresa dirigió un colegio parroquial durante algunos años. Luego hizo mucho trabajo de consejería personal y familiar y de acompañamiento espiritual.

A su jubilación, ambas regresaron a España y están ahora establecidas en Hontoria, Segovia. Durante años, María Teresa trabajó intensamente con personas de etnia gitana que ocupaban toda una manzana en el centro de Segovia. Ella pensaba que, de seguir siempre en esa especie de gueto, estas personas nunca progresarían ni tendrían oportunidades para una vida mejor. Trabajó con las autoridades civiles para que se les proporcionaran viviendas y trabajos fuera de ese bloque de viviendas. Así logró que muchos, al verse en otro ambiente, pudieran acceder a la educación y a un trabajo. Todavía hoy, cuando la encuentran por la calle, la saludan, le hacen consultas y le dan noticias familiares.

María Teresa también contactó con el obispado y, por medio una iniciativa de Caritas de Segovia, se iniciaron programas de educación de inmigrantes adultos. Ahora las dos enseñan con perseverancia y empeño, a veces en medio de dificultades por el cambio de horario y circunstancias de los inmigrantes. Lo crucial, dicen, “es darles los instrumentos para su inserción en la sociedad. Y es una manera de proclamar un Evangelio vivo y activo. Mientras ellos estén interesados y sientan la necesidad, nosotras continuaremos.”

La mayoría de sus estudiantes provienen de países de Europa del Este o de Marruecos. María Teresa y Ana enseñan español, desplazándose cada día desde Hontoria, a unos 5 kilómetros de Segovia, hasta el centro de la ciudad. “No hay que pararse,” comentan. “Hemos entregado ya toda nuestra vida y no es cuestión de reservarnos nada ahora”.

En Segovia regularmente se reúnen para oración y convivencia con un grupo de personas cercanas a la IT, tanto miembros como amigos y colaboradores. Viven en un piso amplio y con mucha luz. Todo está impecable… “¡Lo hacemos todo nosotras! (Cocina, limpieza…)  Mientras haya fuerzas, tenemos que hacerlo”.

Cada dos semanas acuden a Madrid a unirse a su grupo de referencia de la Institución. Tampoco se han retirado de esto. “Nos encanta estar informadas y activas, dar nuestra opinión, participar en la familia IT. Es lo que se nos pide y lo que tenemos la gracia y el privilegio de ofrecer.”

Por Carmen F. Aguinaco