¿Desde dónde hago lo que hago, opino lo que opino, pienso lo que pienso? ¿Qué motivaciones profundas son las que me llevan a actuar de una u otra manera? ¿Qué voces tienen autoridad en mi interior para decantar la balanza en uno u otro sentido? ¿Cuantas veces, en mi fantasía, pienso un tweet o una publicación en instagram deseando los “me gusta” de la gente con la que estoy conectada a través de las redes sociales? ¿Cuántas veces dejo de decir lo que opino por miedo a todos esos trolls que se me pueden tirar encima porque no opinan como yo o, sencillamente, pueden tergiversar mis palabras? ¿A qué voces de mi interior les doy el megáfono a la hora de hacer, decir, obrar?

Poveda[1] sale a nuestro encuentro citando al apóstol Pablo: “Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como por el Señor, y no por los hombres” (1 Col 3, 23). “Hacedlo de corazón” y “como por el Señor” vienen a ser expresiones equivalentes. Hacerlo de corazón significa hacerlo conectando con lo profundo de tu interior, ese interior habitado que es fuente de Vida. Hacerlo como por el Señor es explicitarte y explicitarle que Él es importante en tu vida, que quieres ser equipo con Él, que deseas abrir espacios en tu agenda para tomar consciencia de su presencia en tu historia; en definitiva, que quieres que su modo de ser y actuar impregne todo tu modo de ser y actuar.

Te pregunta Poveda hoy a ti que lees este texto: “¿Aprecias las diferencias que hay entre hacer de corazón las cosas y hacerlas por cumplir?” ¿Reconoces qué se moviliza en tu interior cuando buscas el reconocimiento de los otros frente a hacer lo que en tu interior sientes profundamente que debes hacer? “Y es que, teniendo fe, y haciéndolo todo por el Señor, se hace (…) con amor”. La clave de discernimiento es el amor con el que hacemos las cosas. San Pablo[2] lo expresa muy claramente: “Aunque hable todas las lenguas humanas y angélicas, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo estruendoso. (…) Aunque reparta todos mis bienes y entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve.”

El que actúa por amor (a Dios y al próximo), no actúa por miedo al castigo, o por quedar bien, o recibir muchos “me gusta”. El que no actúa por amor, de corazón, como por el Señor, ya puede entregar todo su dinero, que de nada sirve.

Por Eloísa Montero

                                                                   

[1] San Pedro Poveda, Creí, por esto hablé, [165], 1920.

[2] 1Cor 13, 1.3

{jcomments on}