“Por eso tenían vida tan exuberante aquellos primeros cristianos, porque perseveraban en tomar el alimento que nutre y fortifica”, dice Poveda[1] en el año 1920.

González Faus[2] nos recuerda que los primeros cristianos se reunían para actualizar la cena del Señor, una cena que Jesús celebró al entrar en Jerusalén, cuando el horizonte estaba negro, muy negro. El hecho de celebrar una cena ya es un gesto de esperanza, porque una cena es una fiesta.

En esta cena Jesús hace dos gestos: parte el pan y lo comparte, pasa la copa de vino y les asegura a sus discípulos: “Cada vez que hagáis este gesto, estaré con vosotros”. El teólogo nos recuerda que partir y repartir el pan tiene el sentido en muchas comunidades humanas de compartir la necesidad; pasar la copa tiene el significado de comunicar la alegría. Para los semitas, el pan es la propia persona; la copa es la vida entregada. Nuestras eucaristías, sigue diciendo, tendrían que recuperar algo de esto: celebrar la cena del Señor. Este compartir la necesidad y comunicar la alegría, tiene que ver con una transformación de las relaciones humanas. “Esclavos y señores se sientan a la misma mesa, por primera vez en la historia”.

Sí, este alimento “nutre y fortifica”; para quien así se alimenta, no habrá “dificultad insuperable”, ni “problema insoluble”; no le faltará “paz” y vivirá la unidad con los hermanos; no conocerá “la tristeza que aniquila”, ni sentirá “cansancio en el trabajo”; todo estará bien, en su sitio y en su lugar; tendrá “tiempo para todo”; no habrá “quejas,” ni intrigas, ni resistencia, “ni fracasos”.

Sigue Pedro Poveda, “es preciso, para mantener la vida del espíritu, que seamos perseverantes en la recepción del pan de vida, así como para conservar la del cuerpo hay necesidad del alimento cotidiano”. Misterio bellamente expresado por Pedro Casaldáliga: “comiéndote sabremos ser comida”.

Mi cuerpo es comida

Mis manos, esas manos y tus manos
hacemos este gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos
las vidas en tu muerte y en tu vida.

Unidos en el pan los muchos granos
iremos aprendiendo a ser la unida
Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos.
Comiéndote sabremos ser comida.

El vino de sus venas nos provoca,
el pan que ellos no tienen nos convoca
a ser contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de tu memoria
marchamos hacia el Reino haciendo historia,
fraterna y subversiva Eucaristía.

Pedro Casaldáliga

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[1] Creí, por esto hablé, [155], pp. 537-538.

[2] La eucaristía y las relaciones humanas. https://www.youtube.com/watch?v=EP4DJ1UdtMQ

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