#DíaDelLibro en Casa 2020. Un 30 de abril nació en el precioso pueblo de Isnello, Italia, Elisa Giambelluca. Es, por ello, un regalo de cumpleaños el texto que hoy nos ofrece Mª Encarnación González Rodríguez, con unas líneas de su libro Elisa Giambelluca. Como si fuera tan fácil, editado por Narcea, 2019. 

Encarnación nos presenta a Elisa (1941-1986), miembro de la Institución Teresiana, pues “vidas como la de ella merecen ser proclamadas a los cuatro vientos, porque nos asombra hasta lo más profundo por la valiosa, discreta, vigorosa y fecunda sencillez que, aun a costa de su esfuerzo, supo atesorar y difundir”.

Encarnita1Igual y distinta

Igual y distinta. Con una biografía semejante a la de cualquier mujer profesional de su tiempo, y a la vez tan diferente, tan otra. Tanto que, trascendiendo fechas, lugares y tiempos, se hace cada vez más presente en el nuestro.

Fragmentos de los escritos personales de Elisa impactaron profundamente a los jóvenes convocados por la Asociación Amici di Elisa y por la Institución Teresiana para unas jornadas del 9 al 11 de julio de 2004, en Isnello; en Rossano la evocaron jóvenes y adultos en la Mesa Redonda de 2 de octubre de 2009, en la que varios expusieron sus testimonios. Es estas y en otras ocasiones a Elisa no le han faltado los elogios que, con el paso del tiempo, se multiplican por doquier, y entre ellos siempre está el que, sin duda, ella consideraría principal, único, incluso excluyente de los demás: una mujer de a pie, sencilla, normal, como todos. Pero distinta de todos, añaden siempre a continuación. Porque Elisa es de esas personas que se recuerdan, que se sienten al lado porque han entrado suavemente, discretamente, en el corazón, en la mente y en el afecto de cuantos la conocieron y amaron. Y de cuantos hemos venido después, porque su presencia, su figura, ya no está ligada a un tiempo, a unos lugares y a unas personas concretas: Elisa es de quienes la saben apreciar y la quieren gustar.

Epílogo

“Que la sencillez sea vuestro tesoro”, escribió san Pedro Poveda a los miembros de la Institución Teresiana en 1934, y desde el principio había estimulado a “hacerlo todo con esa difícil naturalidad, fruto del vencimiento de sí mismo” (1912). Así fue Elisa. Difícil naturalidad y no menos difícil sencillez.

Acogida a la voluntad de Dios y pendiente siempre de los otros, en ella parecía fácil lo difícil; amable lo arduo; grato lo que exigía un considerable esfuerzo interior.