Se abren caminos a la esperanza cuando se vive así, como vivió Maruxa Pita Lasarrague, sin dar la espalda al dolor de los olvidados. Por eso, a su muerte, son muchas las voces que recuerdan a esta mujer “pequeña de tamaño e inmensa y fuerte personalidad: alegre, decidida, valiente, con una terca fidelidad…”
Una gallega filipina
No se decide dónde nacer, pero sí se puede decidir dónde se puede hacer casa. Maruxa Pita, que siguió en la Institución Teresiana (IT) los pasos de su hermana Conchita, recientemente fallecida también, decidió que su hogar estaba entre las gentes filipinas.
Como joven miembro de la IT, se trasladó a Asia con solo 27 años. Acaba de morir, en Filipinas, a los 94. Hoy, muchos filipinos celebran y agradecen la vida de ‘señora Maruxa’, ‘Ate Maruxa’, o ‘Lola (abuela) Maruxa’. Siempre será recordada como una mujer pequeña de tamaño e inmensa y fuerte personalidad: alegre, decidida, valiente, con una terca fidelidad a lo que veía como su llamada. Si tuviéramos que presentar su curriculum acabaríamos con páginas y páginas de logros y reconocimientos.
Maruxa no se quedó en Filipinas para olvidar sus raíces, por supuesto. Más bien para afianzar un legado de fe y lenguaje en ese país. Nació en Madrid en 1930, de familia gallega, y su infancia transcurrió en Betanzos (Galicia). Había llegado a Filipinas en 1957 y en 1959 estuvo en el equipo fundador del Colegio Poveda. Fue directora durante 8 años y profesora de los hijos de la que sería más tarde presidenta Corazón Aquino. Enseñó español en la primera universidad filipina, Santo Tomás, así como en el Centro Cultural Español, del que fue directora. Cuando este centro se convirtió en Instituto Cervantes (el primer Instituto Cervantes en Asia), fue nombrada decana académica.
La jubilación no iba a detener a Maruxa en sus esfuerzos educativos y evangelizadores. Manila es una enorme ciudad, llena de contrastes de riqueza y pobreza. Conviven altos rascacielos y centros comerciales de lujo con chabolas de familias hacinadas. En sus idas y venidas, empezó a hacerse amiga de muchos niños de la calle y supo que tenía que hacer algo. Al principio, contaba ella, “cuando me tocaban la ventanilla del coche, les daba galletas”. Pero sabía que eso no era suficiente.
Makabata, un lugar de esperanza
Con mucho esfuerzo, y diversos obstáculos económicos y de comprensión, no se dio por vencida hasta establecer la Fundación Makabata para proporcionar una educación católica y de calidad académica a niños filipinos menos privilegiados. Sus primeros estudiantes fueron vendedores de sampaguita (la flor nacional filipina) y de lotería. Empezó por enseñar catecismo y materias básicas en el Colegio Poveda. Una comida caliente después de la clase ayudaba a motivarlos porque, además, los niños se llevaban las sobras a casa.
Pronto comprendió que, para poder atender a más y más niños, se necesitaría una estructura propia. Decía a menudo que lo único que podría hacer salir a esos niños de su pobreza extrema sería la educación. Maruxa tocó puertas, buscó fondos, acudió a sus antiguas alumnas acomodadas, a autoridades civiles y eclesiales y consiguió un lugar donde ahora se proporciona a los niños uniformes, libros, comidas y todo lo necesario para su educación. La nueva escuela se abrió en 2001. Está dotada de laboratorio de ciencias, laboratorio de informática, biblioteca y campos de deporte. Una de las mayores fuentes de satisfacción y orgullo para Maruxa fue ver cómo sus graduados pasaban a la universidad o a formación profesional. Pero el mayor orgullo no era solamente la educación académica, sino su formación espiritual, su crecimiento humano.
Reconocimientos
Recibió muchos reconocimientos y premios a su labor. La Reina Sofía de España visitó la fundación en alguna ocasión. Obtuvo uno de los más altos honores en Asia, el People´s Choice, así como del Premio Teresa de Calcuta. Con su humor habitual decía, “Bueno; recibo todo esto, porque va a beneficiar a Makabata”.
Seguro que el legado de la gallega filipina seguirá beneficiando, no sólo a Makabata, sino a todos los alumnos del Poveda College, y a la sociedad filipina.
Tanto la prensa filipina como de España recuerda a Maruxa. También El Ideal Gallego publicó el 22 de enero un artículo escrito por Lucía Tenreiro: Maruxa Pita Lasarrague, una vida de entrega a los más necesitados.
Por Carmen Fernández Aguinaco