“Agradezco a quienes me guiaron en este camino y me enseñaron el poder transformador de la educación”, dijo Juan Mayorga, del Colegio Itálica. La Asociación de Antiguas Alumnas y Antiguos Alumnos, C.I.A.N. de Sevilla, celebró en el mes de diciembre una Mesa redonda con el tema Cómo ha influido el colegio en nuestras vidas.

Agradezco a quienes me guiaron en este camino y me enseñaron el poder transformador de la educación. Como dijo Pedro Poveda, “la alegría hace breve el tiempo, fácil la vida y amable a las personas”. ¡Gracias!

Juan Mayorga, antiguo alumno y profesor de primaria del Colegio Itálica.

Las palabras de Mayorga se pronunciaron el 3 de diciembre, en el curso de la mesa redonda con AA. AA. de la Institución Teresiana (IT) que llevaba por título: Cómo ha influido el colegio en nuestras vidas. Convocada por la Asociación de AA. AA., la mesa estuvo moderada por su presidenta, Mercedes Arenas. En ella fueron interviniendo antiguos y antiguas alumnas de diversas generaciones: Ángel Alén, Natalia del Fresno, M.ª del Carmen Lara, Juan Mayorga, Mario Ráez y M.ª Fernanda Raposo.

Al acto asistieron antiguos alumnos de Bachillerato del colegio que quisieron ofrecer su testimonio. Expresaron cómo el centro había dejado huellas de identidad reconocibles a lo largo de su propia historia: responsabilidad, seriedad en el trabajo, clima de familia, formación cristiana…

Mi segunda casa

Soy profesor de primaria en este colegio, donde llevo vinculado desde 2005, primero como alumno y posteriormente como docente. Hoy quiero compartir mi experiencia en la Institución Teresiana, un lugar que considero mi segunda casa. Desde mi llegada, he sentido una cálida acogida y el enfoque integral y humanista que caracteriza a esta comunidad educativa, basada en valores como la solidaridad, el respeto y la responsabilidad. La fe y la interioridad también han sido fundamentales en mi formación y práctica docente, inspirándome a inculcar estos principios en mis alumnos. A lo largo de estos años, experiencias como actividades extraescolares, viajes educativos y celebraciones religiosas han enriquecido tanto mi vida personal como profesional.

Juan Mayorga

El gusto por aprender y el orgullo de ser mujer

Mi tiempo en el colegio de la Institución Teresiana, lo que allí viví y aprendí, ha marcado toda mi vida. Lo que aprendí no solo de conocimientos sino también de hábitos y actitudes. Yo resaltaría dos cosas:

  1. El gusto por aprender. Pero no de cualquier manera, sino sabiendo que solo a través del esfuerzo y del compromiso en el día a día se consiguen resultados. Entendí la importancia del raciocinio y el conocimiento en todos los proyectos de la vida.
  2. El orgullo de ser mujer. Una forma de feminismo ‘dulce’, que no busca el enfrentamiento ni la reivindicación, sencillamente, porque se sabe igual al varón. No hay nada que reivindicar porque no me siento menos, no hay que enfrentarse porque somos dos a colaborar, no necesito reconocimiento porque sé quién y qué soy.

Pero, sobre todo, aprendí a vivir toda la vida sustentada en una forma de vivir cristiana. Con una fe basada en el conocimiento, porque la verdadera fe no está reñida con la verdadera razón, ni con la ciencia. Una fe basada en el conocimiento de Cristo a través del estudio de los evangelios y de la oración. Oración que es mucho más que ‘rezar’. Oración que es, como decía Santa Teresa, “tratar de amistad, con quien sabemos, nos ama”.

Con una esperanza que empuja a la acción. Sabiéndome dueña de mi propia vida. No una esperanza vana o milagrera, sino la esperanza profunda de saber de quién me he fiado.

Y por último, una forma de vida basada en el amor. Caridad, que no es solo dar limosna, es darse. No dar de lo que te sobra. Es dar todo lo que tienes, como la viuda del Evangelio. Es estar pendiente del otro, adelantarte a su necesidad.

M.ª Fernanda Raposo, antigua alumna

Por Gertrudis Pavón