El libro que nos presenta Joaquín Vergés, Va de vida. Lo mejor del camino es compartirlo, fue ganador de la quinta edición del premio FEEL GOOD. La finalidad de este certamen literario es “impulsar el optimismo entre escritores y lectores, a partir de historias con autenticidad y sentido que transmitan alegría y bienestar, que contagien ideas positivas y que sobre todo ayuden a ser más fuertes, más sanos y más felices”. Como él mismo dice, es una lectura sugerente y sugestiva, que invita a ser disfrutada.
Esta lectura es sugerente y sugestiva. Sugerente por cuanto invita a revistarnos en paralelo a nuestras vidas, nuestras experiencias y vivencias. A través del texto compartimos las experiencias que han marcado al autor y le han permitido preguntarse, cuestionarse. Un cuestionamiento que ha servido, además, para reconocer el valor compartido de las historias por las cuales transitamos a lo largo de existencia y por las cuales se va forjando, sí, nuestras múltiples identidades (A. Maalouf), pero a través del cuales, también se enriquece la personalidad de las personas con las que compartimos el camino de vida. Una lectura sugestiva en la medida que el autor propone preguntas que nos aproximan a la trascendencia del yo más íntimo, pero a partir de la experiencia vivida.
“La amistad y el amor son los mejores mecanismos generadores de felicidad que ha creado la naturaleza”, escribía hace unos años el semiótico Sebastià Serrano en Los secretos de la felicidad. Sala recoge eso, que podría ser un principio, poniendo valor en compartirlo, recreando las múltiples facetas de la personalidad “en relación con…”
La lectura, siendo propositiva, comparte una serie de hechos, circunstancias y anécdotas del propio autor, y el proceso de introspección personal, el cuestionamiento sobre el ser y estar, del Eduard Sala una vez transcurridos esos hechos.
Por otra parte, el texto, en su conjunto, induce el valor de lo insignificante, o lo que socialmente puede considerarse insignificante, para resaltar, precisamente, la grandeza de la insignificancia y cómo desde ella podemos aspirar -es un mecanismo que hay que desarrollar- a una grandeza interior. Recuperar el valor de la pequeñez puede resituar nuestros objetivos como personas y mejorar las relaciones con el entorno, exactamente en la medida que nos devuelve el apreciar y valorar la grandeza del mundo y, por tanto, el valor del entorno.
Va de vida, sí, porque no se renuncia a la esperanza, no se renuncia a compartir las experiencias del camino de vida. Sepamos apreciarnos y reconocer de forma reflexiva, constructiva el entorno, sea cual sea la circunstancia, sepamos devolvernos nuestra propia humanidad siempre ligada al entorno. Esta lectura es un buen acompañamiento en ese proceso que podemos hacer para devolvernos nuestra propia dignidad. No se me ocurre mejor forma de terminar esta propuesta de lectura que con una cita del final del libro de Sala: “Que tu vida te valga la pena”.
Por Joaquín Vergés Cabanzón
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