Un sencillo y sentido homenaje de su pueblo madrileño Colmenar Viejo. Quienes la conocieron bien recuerdan hoy su simpatía, su sentido del humor, su ser mujer y académica, su personalidad firme y asertiva.

En un ambiente familiar y cálido se celebró el 11 de marzo en Colmenar Viejo, Madrid, un homenaje a Mª Dolores Gómez Molleda, ilustre hija de la villa. Fue organizado por el Ayuntamiento de Colmenar y la Asociación Taurina Los Mayorales a pocos metros de la casa familiar de los Gómez Molleda. Congregó a más de un centenar de personas, entre las que se encontraban familias del lugar, académicos, colegas suyos y varios miembros de la Institución Teresiana. Los ponentes trazaron el perfil académico y humano de María Dolores y ofrecieron su propio testimonio de conexión y amistad con ella.

Un retrato familiar

Aunque el centenario del nacimiento fue exactamente el 15 de septiembre de 1922, el Ayuntamiento había pedido que el acto se celebrara haciéndolo coincidir con la Semana de la Mujer Trabajadora en el mes de marzo. En el acto, coordinado y presentado por el Presidente de la Asociación Los Mayorales, la Concejal de Cultura dirigió unas palabras de aludo a los presentes. Antonio Gómez Espinosa de los Monteros, sobrino de Mª Dolores, hizo un recorrido por los primeros años de su vida y sus primeras luchas como mujer tratando de entrar en la Universidad entre presiones sociales e incluso de su propia madre, dado que en aquel tiempo no se veía con buenos ojos que mujeres jóvenes de familias burguesas salieran de sus hogares para iniciar estudios superiores. Con el apoyo de su cuñada, la madre de Antonio, Mª Dolores logró entrar en la Universidad, en un tiempo que solamente 10 años antes había visto la lucha por el voto femenino liderada por Clara Campoamor frente a la oposición de Victoria Kent. Gómez también reconoció a la ‘segunda gran familia’ de María Dolores Gómez Molleda, la Institución Teresiana, y a sus grandes compañeras y amigas Mercedes Samaniego, Josefina Cuesta y Ana de Miguel.

Mujer y académica

La profesora Áurea de la Morena Bartolomé hizo un elogio de las madres y abuelas, pilares de la familia y de la sociedad. Áurea destacó los grandes logros académicos de Mª Dolores y su relación personal con ella desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Señaló también algunas de sus obras académicas, su principal logro como primera catedrática de Historia y su rigor intelectual. Aseguró que “fue una de las mujeres españolas que más han contribuido al discurso académico femenino”.

María Esther Martínez Quinteiro, catedrática de Derecho de la Universidad de Porto, fue compañera de Mª Dolores, primero en Santiago de Compostela y más tarde en Salamanca. Destacó la amistad que la había unido con Molleda y, luego, fue trazando la impresionante lista de sus logros académicos y literarios, destacando además las muchas dificultades que había tenido que enfrentar, tanto por su condición femenina como por su ser creyente. Señaló, además, las características más notables de su personalidad, como su asertividad y seguridad. “Era una mujer siempre dispuesta a escuchar, aunque sus opiniones no fueran las mismas. Tenía una gran apertura a la diversidad.”

El catedrático Álvaro Soto Carmona, de la Universidad Autónoma de Madrid, destacó la evolución de la presencia de la mujer en la Universidad en España y las dificultades a las que se enfrentó Mª Dolores. Afirmó también que el merecido homenaje no se le rendía por su condición de mujer, sino “por su espléndida inteligencia y trabajo académico, pero, sobre todo por ser una magnífica persona. No se le rinde homenaje por cuota, sino por valía”.

Atrayente y con sentido del humor

Para finalizar, se abrió un turno de preguntas y comentarios, donde intervino Ana de Miguel, de la Institución Teresiana, compañera y amiga de Mª Dolores durante mucho tiempo. Ana, que trabaja en la Editorial Narcea, ha tenido, además, una gran relación con ella por el trabajo de edición de muchas de sus obras y, en los últimos años, en la Edición Crítica de los escritos de Pedro Poveda. Ana completó el retrato de María Dolores añadiendo “no se ha dicho mucho, pero hay que añadir su enorme simpatía y sentido del humor. Lo bien que se pasaba conversando con ella de cualquier cosa.”

Por Carmen Fernández Aguinaco