¿Qué es el lenguaje para ti?, le hemos preguntado a Mercedes Giménez Raurell, profesora de literatura por muchos años, ahora jubilada. A ella le evoca experiencias, libros, aprendizaje, belleza, relación…

Lenguaje, palabras, literatura. Tres términos cargados de contenido.

Todos tienen algo que ver, en mi experiencia, con libros. Me vienen a la cabeza oleadas de títulos de libros de distintos tipos: unos más científicos, en los que he aprendido las áreas del cerebro responsables del lenguaje, los órganos de fonación, cómo se desarrolla del bebé al adulto, qué es un fonema, qué es un sintagma, antónimos, sinónimos… Otros más didácticos, que me han ayudado a entender de qué manera se incentiva su aprendizaje, cómo enseñar a leer y escribir, qué técnicas de expresión oral y escrita ayudan más, de qué manera motivar a la lectura… Cuando pienso en los libros más específicamente de literatura -ficción, poesía, ensayo- viene a mí, iluminando muy buenos momentos, la sensación de estar metida en las experiencias de otro y a la vez en lo más personal de mi propia vida.

Y, entre todos estos libros, me detendría en cada uno de los términos y podría escribir mucho sobre ellos.  Pero hoy se trata de decir algo en pocos renglones que sirva para recoger pinceladas de lo que provocan en mí y puedan abrir senderos en otros.

El lenguaje se puede abordar como un código de comunicación. En este sentido incluye, gestos, alfabetos, luces, sonidos, bailes… A los seres vivos se nos da la oportunidad de entrar en contacto unos con otros. Tan antiguo como el remoto inicio de la vida y los primeros reflejos del recién nacido y tan nuevo como el inabarcable sistema virtual o el increíble alcance de la creatividad.

En su significado encierra algo sustancial: todo se relaciona con todo. Nada ni nadie es independiente. No soy, SOMOS. Ser con otros implica apertura, responsabilidad compromiso, apoyo mutuo, fiesta compartida. Quizá esta reflexión lleva un poco lejos, pero no estaría de más que nos invitara a ver qué tal anda nuestro mundo relacional.

Palabras. Si lo enfocamos como un código muy elaborado nos lleva a proceso mental lo que supone alta capacidad de expresión. Si nos situamos en el inicio de los tiempos, es la palabra un medio reciente de transmisión generacional, con ella arranca historia que da solidez e identidad a pueblos y culturas.

Es la palabra la que abre horizontes de verdad y mentira, de fidelidad y traición, de honor y falacia… Con la palabra se puede bendecir y maldecir, jugar y sentenciar, sanar y herir. En el ámbito religioso la PALABRA es creación, vida, esperanza, presencia que trasciende. Desde este término también puede llegarnos la invitación a caer en la cuenta de qué palabras dibujan nuestro perfil.

Literatura. Recogemos su alusión a la belleza, al arte. Podemos recurrir a las experiencias lectoras que han marcado nuestra vida: el cuento de la abuela que nos dormía, los seres maravillosos a los que papá conjuraba para arrancarnos una sonrisa, ese mago de palabras que envolvía los amores quinceañeros, ese género favorito que ha caldeado las tardes de invierno, esa crónica de actualidad que nos acompaña diariamente camino del trabajo. También nuestros pinitos escribiendo diarios, historias, ripios… Admirable belleza que nos transporta y mueve lo más profundo. Se nos ofrece la oportunidad de adentrarnos en un paisaje repleto de emociones, motor de pensamientos, guía de identidad y sentido, evocador de sueños y fantasías, fuente que mana placer, bienestar.

Por Mercedes Giménez Raurell

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