“Sed mujeres de mucha fe, fe viva, fe sentida… y nunca digáis: no más fe. Y hoy os digo: desead la ciencia, buscad la ciencia, adquirid la ciencia… y nunca digáis: no más ciencia. La mucha ciencia lleva a Dios, la poca nos separa… Debéis formar mujeres cultas, que serán líderes de la sociedad…”

Con estas palabras, Pedro Poveda estaba marcando caminos que seguirían muchas mujeres (¡y varones también!) en su tiempo y muchas décadas después. Una de esas mujeres fue Elisa Giambelluca, una buena vecina, como diría el papa Francisco. Fue feliz viviendo su tarea de profesora con rigor y responsabilidad, buscó la ciencia y siempre vivió tan sencillamente que, al mismo tiempo que pasaba casi desapercibida, paradójicamente resultaba extraordinaria. Quienes la conocieron—otras muchas mujeres que, como ella, se identificaban con ese ideal de cultura y fe, sus alumnos, y todo su pueblo italiano—así lo testimonian.

Puede ser algo difícil vivir así… instintivamente buscamos brillo y reconocimiento. Y el brillo, la mayoría de las veces, viene dado simplemente por la coherencia de fe y vida. Y el estudio puede ser una tarea silenciosa que luego se vuelve clamor cuando se pone al servicio de otros. Como Elisa… tan sencilla como extraordinaria; tan silenciosa como clamorosa.

Por Carmen F. Aguinaco