Se fue en otoño, dejando huella: hombre de paz, dispuesto siempre a hacer el bien, sencillo y profundo a la vez, buen profesional y mejor persona… esto y más dicen de él quienes compartieron a su lado caminos cotidianos. Alberto se había incorporado a la Institución Teresiana en la Asociación de Cooperadores de la IT (ACIT) de Castilla-León.

El jueves 18 de noviembre fallecía Alberto de Paz, miembro ACIT de Valladolid desde los primeros tiempos de formación del grupo en nuestra ciudad. Había conocido la Institución en Salamanca en sus años de estudiante a través del Colegio Mayor y ya desde entonces admiraba y quería a Josefa Segovia.

La Eucaristía de su funeral estaba llena de amistades y compañeros de Alberto además de la familia Institución Teresiana. Era una persona muy querida. La IT de Valladolid recuerda cómo participaba en todas las reuniones, oraciones y retiros aun estando ya muy impedido en sus movimientos y, últimamente, en silla de ruedas. En los momentos de oración, su comunicación era siempre una expresión personal que rebosaba una fe viva y fervorosa.

Vivió la misión hasta el último momento. Nos refiere Manuel, un compañero de ACIT que le acompañaba con la silla de ruedas, cómo en la residencia de mayores donde ha estado hacía buenas relaciones con todos, llegó a formar un grupo para rezar todos los días el rosario y logró que un sacerdote mayor fuera todos los domingos a celebrar la Eucaristía.

Buen abogado y mejor persona

Alberto de Paz era un abogado muy reconocido en Valladolid no solo por su gran profesionalidad sino por el talante de su persona. “Un hombre de paz que hacía honor a su apellido en todos los ámbitos de su vida”, comentaba el sacerdote en la homilía de su funeral.

Pedro Bécares escribía en La Opinión de Zamora el día 25 de noviembre: 

“Ha fallecido D. Alberto de Paz, gran abogado vallisoletano y sobre todo un hombre de fe, honrado, leal, bueno, respetuoso, bondadoso, persona fiable, entrañable, propiciando siempre el acuerdo, con la finalidad de evitar el pleito; su ausencia de doblez, dispuesto siempre a hacer el bien, transmitía paz, haciendo honor a su apellido”.

“Alberto de Paz, ha ejercido el compañerismo profesional de la forma más leal que una persona puede hacer, comportándose con sus compañeros como un auténtico señor, como un caballero”.

“Me consta cómo perdonó más de una minuta a clientes en apuros y atendió gratis a cuantos acudieron a recibir su consejo”.

“Ha sido y será un referente para muchas generaciones de la abogacía vallisoletana y de otros ámbitos sociales y espirituales de Valladolid, por su sencillez, su bondad, hospitalidad y calidad humana”.

Humano y creyente

Manuel Calderón, amigo y compañero que ha permanecido a su lado hasta el último momento, leyó en su funeral varios testimonios de personas que mantuvieron estrecha relación con Alberto.

Algunas lo describen como “una persona entrañable”, “fiable, bondadosa, agradable, con gran memoria usada siempre para hacer el bien y lo que Dios quisiera”, con “ese toque de humor que nos hacía reír”. Y a la vez, era una persona “espiritual que transmitía paz”, con “una fe viva que compartía con pasión”.

“El Padre nuestro era su oración preferida”, añade otra voz, “siempre me pareció que se apoyaba en ella para aceptar la voluntad de Dios en los distintos momentos de su vida.” Alguien agradece su “gran transmisión de fe que tanto me ha ayudado”. “Su vida ha sido para todos un gran testimonio y seguirá siendo nuestro intercesor ante el Padre”, afirma otra persona.

Y así describe alguien su participación de los Encuentros con la Palabra:

“En las reuniones de los Encuentros con la Palabra, cuando hablaba, sabíamos que diría cosas entrañables, sencillas, cercanas y, a la vez, de una profundidad que nos dejaba a todos maravillados. Era un hombre que transmitía paz y ternura. Mostraba una fe extraordinaria y una confianza plena en Dios. Le recordaremos siempre con mucho cariño y damos gracias a Dios por su vida.”

“Alberto es y será siempre un ejemplo de fe viva para todos nosotros”. Estamos seguros de que descansa en la casa del Padre y de que intercede por nosotros, por la Institución Teresiana y nuestro mundo.

Por Amparo Arribas