“Cuando más se oscurece el horizonte es cuando más tenemos que avivar la esperanza”, confiesa Ana Mª Velázquez Zambrano. Comienza el Adviento con la llamada a recuperar y fortalecer las raíces de nuestra esperanza. Tenemos razones para esperar con una esperanza firme y activa. Tenemos el reto de ser esperanza en este mundo roto.

Tiempo de sembrar Esperanzas

Cuando más se oscurece el horizonte es cuando más tenemos que avivar la esperanza. La certeza de que Dios no se muda y permanece en el misterio del dolor y la fragilidad humana, Él acompaña cada paso y cada aliento de vida.

Uno de los mayores dones con los que dotó al ser humano es la libertad y, con frecuencia, el sufrimiento, las catástrofes y las pandemias son fruto del mal uso que hacemos de ella. Pero Dios sigue acompañando a la humanidad en esta doble fragilidad.

También cultivar la esperanza en la ciencia, en el empeño y la capacidad del ser humano en descubrir el antídoto a este mal. Esperanza en que saldremos ‘de ésta’. Este virus nos ha igualado, en algunos aspectos, a todas las personas y, por lo tanto, sabemos que saldremos todas o no saldremos ninguna. Con esperanza deseamos salir y por la fe tenemos la certeza de que saldremos.

Esperanza, también, en la bondad del ser humano, en su capacidad para soñar y trabajar por el bien común. Esperamos que este tiempo de miedos y fragilidades alumbre una nueva humanidad que ponga al ser humano y el cuidado de la naturaleza en el centro. Para ello, nuevas políticas, nuevas economías nuevos modelos de desarrollo y nuevas valoraciones.

Es grande la decepción a la que nos está llevando la realidad política, la de muchos países y la de las mismas organizaciones de países (la Unión Europea, la Unión Africana…) los intereses económicos, las luchas de poder, la apología de la crisis encaminada a ganar votos, los intentos por controlar los avances científicos etc. Pero, junto a esta realidad, es esperanzadora la fuerza que ha tomado la sociedad civil, el compromiso de muchas personas y grupos de creyentes, la respuesta solidaria a las necesidades de las personas, la capacidad para organizarse y atender a lo concreto y básico de sus vecinos y conciudadanos. ¿Cuál ha sido mi actitud en este tiempo?

Desde la fe no cabe la desesperanza, ni el derrotismo y, mucho menos, las descalificaciones. Los cristianos estamos llamados a vivir en medio de las contradicciones de la cultura y del presente con una fe profética como forma y estilo de estar en el mundo[1]. En este tiempo, las personas que creemos en Dios, en vez de preguntarnos dónde está tenemos que comprometernos en hacerlo presente[2], viviendo con consciencia, sabiéndonos llamadas a ser testigos de esperanza sembrando unidad.

Ana Mª Velázquez Zambrano, Cuando la realidad nos cuestiona. En La Sociedad Fragilizada, pp. 141-142.


[1] Uribe M. La singularidad del Espíritu de Cristo. Carta del año 2020, p. 8.

[2] Martínez E. Es tarde, pero es nuestra hora. Narcea 2020. p. 96.