Esta pandemia nos ha mostrado muchas realidades que estaban invisibilizadas, pero hemos tenido algunos aprendizajes que podrían ayudarnos a que esta meta sea más alcanzable. Algunos podemos compartir ciertas actitudes básicas de nuestro actuar que pueden permitir un avance en nuestro cotidiano.

Nuestro individualismo versus nuestra colaboración. El modelo nos plantea muchas veces nuestro individualismo y nuestra autosuficiencia como una forma de lograr nuestras metas. Hemos aprendido que, en la medida que podamos relacionarnos con los demás y con nuestro entorno, nace espontáneamente la colaboración. Mirando al otro y dejándonos mirar, nace el deseo de colaborar, de apoyar, de salir de nosotros y compartir lo que somos y tenemos.”[1]

Nuestro consumismo versus tener lo necesario. El modelo imperante nos ofrecía un mercado en el que todas nuestras necesidades estaban cubiertas y, sin pensarlo, fuimos objetos del consumo de todo tipo de productos: los necesarios, pero también de aquellos que podíamos considerar innecesarios o extremadamente lujosos. Con ello se producen las grandes iniquidades y también una cadena de producción que, a veces, afectó en gran medida a la naturaleza. No tuvimos límite en ello. Esta pandemia nos ha presentado otra forma de actuar frente a nuestras necesidades que es el poder vivir y existir con lo necesario, con aquello que nos ayude a tener un “buen vivir” sin olvidar el “buen ser” que nos define como personas.

Nuestro ver versus nuestra ‘mirada’. Como expresa el profesor Humberto Maturana: “Estamos acostumbrados a ver. […] Pero hemos aprendido que la sensación de ver es diferente al “mirar”. El mirar pasa por un proceso de respetar al otro, de reconocerlo, de incluirlo, que me permita poder tener esa emoción de cariño, de pena, de alegría, de compasión, etc. en relación al otro. Este proceso me permite reflexionar, discernir y actuar. Esta actitud contemplativa de nuestra cotidianidad nos puede permitir generar acciones que nos ayuden a vivir más colaborativamente junto a nuestros hermanos, a la naturaleza, al trabajo,…”

Nuestras cifras versus personas. […] Nos hemos acostumbrado a manejar cifras, números y, de alguna manera, su manejo hace que, en las relaciones, las personas también pasen a ser cifras. El aprendizaje es poder ver que detrás de cada sujeto existen personas que requieren que podamos mirarlas como tales. Un ejemplo son los porcentajes estadísticos de pobres, de migrantes, de niños que mueren de hambre, etc. Seguramente que, ante muchas de estas situaciones, tendríamos una conducta más proactiva y podríamos ejercer nuestra condición de ciudadanos para que se pudieran revertir situaciones tremendamente injustas.

Nuestra seguridad versus nuestra vulnerabilidad. Muchas cosas adquiridas nos permitían sentirnos seguros, autosuficientes. Desconocíamos, en gran parte, nuestra vulnerabilidad […] Hoy, hemos aprendido que la vulnerabilidad forma parte de nuestro cotidiano y que abarca todas las dimensiones de nuestro ser y de nuestras relaciones. Hemos aprendido a mirarlas, a generar y crear nuevas formas de llevar a cabo eso que consideramos esencial en las relaciones. Este aprendizaje tenemos que ampliarlo y reconducirlo hacia una seguridad basada en el ‘vivir más en relación’ que en ‘vivir mejor’.

Nuestro individualismo versus la solidaridad, organización, cooperación y complementariedad. Observando la respuesta de los más pobres podemos ver que, en relación al cuidado, al hambre, se han generado muchas respuestas y que éstas están motivadas por la solidaridad, la organización, la colaboración y la complementariedad. […] la respuesta de los que menos tienen nace de un sentimiento de solidaridad y de cuidado aportando cada uno/a lo que tiene y generando vínculos con aquellos/as que necesitan de ellos para vivir.

Cultura del cuidado de la persona, de la casa común, de la ecología integral. Generar una cultura del cuidado es uno de los grandes aprendizajes. La realidad de la pandemia, en el ámbito universal, nos permite constatar que el cuidado es una clave esencial para nuestra subsistencia como humanidad y como planeta. Es preciso aprender a generar el cuidado a nivel personal, relacional, con la naturaleza como la casa común, desde la mirada de la ecología integral.

Por Queti Zúñiga

Fragmento de El modelo neoliberal, publicado en La Sociedad Fragilizada, pp. 99-101.


[1] Humberto Maturana, Pandemia reflexiva, 5 de abril, 2020.