Necesitamos hombres y mujeres que, sin prejuicios de ningún tipo, tengan el atrevimiento de hablar con Dios y dirigirse a Él de esta manera: «Enséñame tu camino, instrúyeme en tus sendas. Que sea capaz de caminar en verdad, de abrir mi corazón a tu misericordia y tu ternura. Que perciba y experimente tu bondad, que sea humilde y valiente para poder ver lo que por mí mismo soy incapaz, pero que Tú, sin embargo, me revelas, y que con humildad lo sepa integrar en mi vida. Que vea no solamente si Tú me haces más feliz, sino también si soy capaz de hacer más felices a los que tengo a mi lado y provocar cambios en la vida. Empújame a responder a esta pregunta, ¿qué o quién mueve en el fondo mi vida? Que no tenga la tentación de huir de la soledad para responder a esta pregunta, que con valentía responda y también con esta valentía sepa reconocer que yo solo no me basto y que escuche entonces la voz de Dios». No te evadas, la pandemia nos ha puesto en la hora de la verdad. Hay una expresión de san Pedro Poveda que últimamente sostiene mi quehacer cotidiano: «Cuando lo de afuera nos mueve a la tristeza, echemos la mirada hacia dentro, a lo más secreto del alma, y encontraremos la alegría».

Con una pandemia que se alarga, con graves consecuencias en distintos ámbitos, percibimos más que en otros tiempos la necesidad de tener a nuestro lado maestros de la construcción del hombre interior, no deterioradores de la verdad del ser humano. A lo largo de la historia, en momentos de fuerte crisis de valores, grandes hombres y mujeres fraguaron caminos nuevos. Ahora, frente a los intentos de retirar a Dios a la esfera de lo pasado y de lo privado, urge su luz.

Cardenal Carlos Osoro. Aprende a ser, vivir y anunciar. Cuaresma 2021

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