Para celebrar el Día Internacional del Voluntariado hemos querido entrevistar a Aitor quien ha viajado varias veces a Guinea Ecuatorial. En el momento de esta entrevista se encuentra en Guinea Ecuatorial, su segunda casa, desde donde responde a nuestras preguntas.

Aitor, dinos tú quién eres.

Soy Aitor Marañón Loidi, donostiarra de 28 años. Trabajo como trabajador social en una fundación tutelar en Donostia y dedico mi tiempo libre a hacer euskal dantza (bailes tradicionales vascos), a la lectura e ir al teatro.

Desde el 2017 has colaborado como voluntario en el Colegio Virgen Mª de África de la Institución Teresiana en Malabo, Guinea Ecuatorial. ¿Cuál ha sido la motivación y tarea que te llevó a esas tierras africanas?

Desde muy niño, escuchaba hablar de África en mi casa. En verano, siempre venía una tía que debía vivir lejos y que trabajaba en un colegio. Según crecí, me familiaricé con el Virgen, como lo llamamos en Guinea y, al final, tras pasar unas vacaciones en Camerún visitando la capital, me embarqué a conocer Malabo.

La motivación y tarea eran participar durante dos semanas en lo que allí llamamos Supervacaciones, actividades lúdico-educativas destinadas a los niños de segundo ciclo de primaria y de los dos primeros años de ESBA (Educación Secundaria Básica). Consistía en impartir clases de refuerzo en Lengua y Matemáticas y, posteriormente, en hacer talleres de manualidades como pueden ser taller de madera, de ganchillo, etc.

Esto me hacía pensar que podría descubrir otro mundo y otras realidades, y fue realmente una oportunidad de crecimiento personal.

Este año, 2020, marcado por la aparición de la COVID-19, decidiste solicitar una excedencia y emprender un voluntariado internacional con InteRed por 4 meses. ¿Qué significo esta experiencia en medio del confinamiento?

Este año planifiqué, tras cuatro años viniendo a Malabo, que era la oportunidad de parar en mi día a día e introducirme en la tranquilidad y ritmo de vida africana. Necesitaba parar, reflexionar y partir nuevamente a mi rutina diaria. Era la oportunidad de salir de casa y emprender viaje a tierras conocidas.

Aterrizaba en Malabo el 14 de marzo, el mismo día en que el estado español anunciaba en los medios el estado de alarma sanitaria, lo cual supuso tener que escuchar por parte de familiares y amigos que estaba realizando una locura y que debía quedarme en casa. Lo que realmente sucedía en mi mente, era que yo volaba a casa, volaba a mi segunda casa.

Al llegar todo lo planificado se derrumbó, pues no se podían llevar adelante todas las tareas que estaban programadas. Habíamos pensado iniciar un voluntariado internacional con tres jóvenes, que finalmente no pudo ser. Pero todo esto trabajo novedades. La primera fue superar una estancia quincenal en un hotel, aislado como prevención al COVID-19. La segunda, tener el colegio cerrado y salir con precaución de casa. Pero bueno, por suerte la casa donde vivíamos era grande y pudimos realizar labores de ordenación y almacenaje. Así mismo, aprovechando la oportunidad y dado que existe también el Laboratorio Castroverde[1] pude colaborar en alguna tarea de administración.

Otra de las oportunidades que me brindó la posibilidad de estar en casa fue conocer mi “yo interior”, y poder profundizar en esos aspectos que, cuando vives inmerso en una rutina, no son fáciles de buscar y encontrar.

¿Qué valores, fortalezas… descubriste en el pueblo guineano con quien compartiste vida y trabajo durante estos años? ¿Qué te sorprendió más de esa cultura a la que te has asomado?

Creo que el pueblo guineano es honesto, generoso, abierto. Desde mi llegada en 2017, me he sentido como en mi casa desde un principio, siempre como uno más entre los guineanos. Siempre me han acogido muy bien y me han enseñado mucho sobre la tranquilidad con la que hay que vivir la vida. Creo que muchas veces la rutina nos lleva a vivir la vida muy rápida e intensamente, lo queremos todo para el minuto anterior y todo tiene que ser aquí y ahora; en cambio, en Guinea todo se vive con otra tranquilidad, el ritmo de vida es distinto, la preocupación es el ahora, no el qué sucederá mañana.

Por otro lado, creo que el guineano, cuando lo conoces, es una persona que dará todo por ti, pero deberás serle fiel y no fallarle, pues, en cuanto falles a esa persona o hagas algo que pueda dolerle, te dará de lado.

NLP

¿Cómo te ha marcado esta experiencia en tu trabajo, en tus relaciones, en tu vida cotidiana ya aquí en España?

A mi vuelta a España… añoraba la tierra guineana. La vuelta fue comenzar a trabajar al segundo día de mi llegada, pero me sorprendió interiormente la tranquilidad con la que llegaba al trabajo. Mi mente y mi cuerpo habían cambiado el ritmo; trabajaba igual, pero con otra tranquilidad, con otro espíritu. Mis propios padres y amigos me decían que no era el mismo que salió en marzo hacia Malabo, que algo había cambiado; y es que realmente se había producido un cambio dentro de mí.  No había sensación de agobio y cansancio dentro de mí, cosa que comparaba con la gente que había vivido el confinamiento en España. Yo me sentía libre, tranquilo, con un ritmo pausado. Mi manera de relacionarme con mi entorno había cambiado.

¿Qué les dirías a los jóvenes que actualmente viven en situación de pandemia y con restricciones? ¿Es posible ser voluntario hoy, ahora?

Creo que la juventud debe ser consciente de la situación de pandemia que estamos viviendo. Debemos ser conscientes de que la restricción y la no movilidad es una cosa que debemos respetar y que actualmente también se puede ayudar y ser voluntario desde la distancia, conociendo o contactando a través de los medios electrónicos con estos países.

Puedo decir que he tenido la oportunidad de volver este año de pandemia por segunda vez a Malabo y que realizo esta entrevista desde la distancia y la esencia de sentir el calor de la época seca en esta tierra. No obstante, entiendo que esta situación es algo irregular y que ahora mismo, lo importante es mantenernos el mínimo tiempo posible en movimiento.

Para finalizar diría que en estos momentos debemos sacar tiempo para reflexionar sobre el tipo de vida que llevamos los jóvenes, sobre la responsabilidad de crear otro mundo diferente al que tenemos y, especialmente, ver qué futuro queremos construir en este mundo que, como se ha visto en la pandemia, debemos cuidar un poco más. El futuro depende de nuestros actos del hoy, pues después no sirve arrepentirse.

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[1] El Laboratorio de Análisis Castroverde de la Institución Teresiana en Malabo trata de contribuir a la mejora de la calidad de asistencia sanitaria primaria a toda la población, especialmente a la más desfavorecida, ofreciendo diagnósticos fiables y haciendo accesible económicamente cualquier tipo de prueba a todas las personas.