“Mujer equilibrada y capaz de escucha, que en ciertos ambientes actuales resulta necesaria”; “la coherencia de fe y de vida en Elisa es evidente”; “maduró rápidamente a lo largo de los años su específica personalidad espiritual, caracterizada por la transparencia…, la discreta interioridad y la profunda generosidad”; su vida es “una invitación a redescubrir y a realizar plenamente en la vida cotidiana la grandeza de la vocación” cristiana vivida desde la “sencillez, naturalidad y amabilidad”; “es, sin duda, un ejemplo para proponer al cuerpo docente contemporáneo”. Así hablan de Elisa, nacida en 1941 en Isnello (Italia), miembro de la Institución Teresiana desde 1964.
Solo hace unos días recibíamos la noticia de que el proceso para la Beatificación de Elisa Giambelluca, iniciado por iniciativa popular en la diócesis de Cefalú, Italia, había dado un nuevo paso. Los Teólogos daban su visto bueno, sin poner obstáculos para declararla Venerable Sierva de Dios. El domingo, día 5, es el aniversario de su muerte (1986) y Encarnación González le escribe una carta de felicitación que transcribimos a continuación.
¡¡Felicidades, Elisa!!
¡Felicidades!, querida Elisa. Porque hoy, 5 de julio de 2020, hace 79 años que el Señor te abrió de par en par las puertas de la vida verdadera, la que no se acaba nunca, porque entrar a gozar de Él es participar de una gozosa eternidad que nuestra mente no está todavía capacitada para comprender. Podías estar aquí, con nosotros, protegiéndote del virus como todos los de este grupo de riesgo al que hubieras pertenecido. Pero no; para ti comenzó pronto la dicha de pertenecer a la “casa del cielo” ―como de manera tan simpática la llamaba san Pedro Poveda―, una “casa” que se ha ampliado con nuevas moradoras en estos meses y que seguro hoy te están festejando con lo mejor de su ingenio.
¿O es que no es también motivo de fiesta que los teólogos de Roma, esos que están llamados a analizar con lupa la vida y la virtud de quienes nos parece que fueron exquisitamente fieles al evangelio de Jesús, esos que, como pide su oficio, suelen ser tan exigentes en los exámenes, te hayan dado un estupendo sobresaliente cum laude? Desde bien joven te matriculaste en esta asignatura: la santidad. Y no tuviste reparo en decirlo, en escribirlo y, sobre todo, en desearlo y pedirlo al Señor, por intercesión de la Virgen, todos los días de tu vida. Pero tenías bien claras algunas cosas, por lo menos estas:
“Deseo ser santa en la humildad más verdadera. Dios abate a los soberbios y ensalza a los pobres: Ser así, pobre, pobre para ser rica de Ti”. 2/11/1972.
“Creo que la Institución tiene en sí las características para hacerme santa, para hacer que seamos santas”. 11/11/1972.
“Prometo hacer todo lo posible para ser santa. Es el pacto que he estipulado hoy con Jesús […] Esta quiere ser una promesa real, porque está fundada en la confianza incondicional de que Él lo puede todo, de que María mi Madre no me dejará, y de que mis fundadores harán su parte en el Cielo. Una santidad sin ruido, pero verdadera y fecunda para la Iglesia”. 12/11/1972.
Seguro que cuando presentaste en la facultad de Ciencias de la Universidad de los Estudios de Palermo la Tesis titulada Líneas geodésicas sobre superficies referidas a coordinadas geográficas, que te hizo doctora en matemáticas, seguro que te pareció que ya no ibas a comparecer más ante un tribunal que te juzgara. Pues no; te equivocaste. Porque, además no ha sido un tribunal sino nueve -¡como tres tribunales!- los que te han juzgado y no han tenido en cuenta solo tu saber, sino, sobre todo, tu ser.
En este caso no has tenido que defenderte. Tu trabajo, tu vida, ha habado por sí sola, y esto es algo de lo mucho y muy bueno que han dicho de ti:
“Para San Pedro Poveda, fundador de la Institución Teresiana, la Encarnación del Verbo era el fundamento teologal del carisma de la Institución y modelo en el que inspirarse, la generosidad y simpatía de Teresa de Jesús, eminentemente humana y toda de Dios. En un contexto proclive a la intransigencia, al antagonismo, al excesivo rigor en los ambientes educativos, proponía un programa de fortaleza y bondad; de firmeza y flexibilidad.
Lo que más impresiona es constatar cómo la vida de la Elisa constituye la realización concreta y excelente de estos caracteres. Ha sido fidelísima al pensamiento del Fundador.
Emerge de los testimonios cómo Elisa se sintió fascinada bien pronto por el carisma de la Institución Teresiana. Esta fascinación, este convencimiento de que la Institución Teresiana era el camino hacia la santidad querido por Dios para ella, permaneció siempre, hasta la muerte, en la mente, en el corazón y en los hechos de la Sierva de Dios”.
“Elisa es un ejemplo de mujer comprometida en testimoniar al Resucitado en las variadas circunstancias de la vida. Es una laica que vivió hasta las últimas consecuencias el espíritu del Concilio en cuanto a ser un signo potente de su presencia en el mundo. Su existencia no es extraordinaria, pero es un verdadero camino de conversión que tiene como continuo punto de referencia la santidad de vida. Una mujer equilibrada y capaz de escucha, que en ciertos ambientes actuales resulta necesaria. Es una hermosa figura de laica entregada a Dios en el servicio de la educación. ¡La coherencia de fe y de vida en Elisa es evidente, y es lo que hace falta hoy!”.
“Elisa vivió hasta las últimas consecuencias su vocación bautismal exactamente con los caracteres ‘teresianos’ de sencillez, naturalidad y amabilidad indicados por San Pedro Poveda. Maduró rápidamente a lo largo de los años su específica personalidad espiritual, caracterizada por la transparencia diamantina, la discreta interioridad y la profunda generosidad”.
“La vida de Elisa continúa siendo una invitación a la más profunda y a la más verdadera santidad en nuestro mundo, un mundo tan complejo y a veces tan alejado de Dios. Puede ser una invitación a redescubrir y a realizar plenamente en la vida cotidiana la grandeza de la vocación bautismal, de nuestro ser hijos de Dios, incorporados a Cristo, templos del Espíritu. Elisa ha testimoniado que la santidad consiste en una invitación a redescubrir y a realizar plenamente en la vida cotidiana la grandeza de la vocación bautismal Permanece como un ejemplo de sólido y competente compromiso cristiano en las instituciones del Estado y en la Institución a la que pertenecía. Es, sin duda, un ejemplo para proponer al cuerpo docente contemporáneo”.
“Elisa representa el Christifidelis Laicus plenamente comprometido en el apostolado que le compete, en la santificación del propio trabajo y en el ejercicio de su profesión. Su figura es también significativa para una exégesis concreta y existencial de lo que enseña la Gaudete et exultate. Un ejemplo para el santo Pueblo de Dios y para la humanidad”.
¡Felicidades, Elisa! Te mereces esto y mucho más.
Abrazos, tu amiga,
Encarnita González