Como se había anunciado, el martes 30 de junio en el webinar Los cuidados, una cuestión de derechos cerca de 40 personas han profundizado este tema en la situación de pandemia que nos ha tocado vivir. Después de la bienvenida a los participantes por parte del equipo organizador del Área Social y la ONGD InteRed (Institución Teresiana) y las debidas presentaciones, cuatro mujeres nos han ofrecido su visión desde sus campos de actuación con perspectivas diversas y complementarias.

Derechos vulnerados

Tusta Aguilar ha presentado la realidad de la población migrada desde San Cristóbal, barrio del sur de Madrid. En primer lugar, hace tomar conciencia del colchón de cuidados y derechos de los que disfrutamos todos los presentes en el encuentro, cuidados y derechos que normalmente damos por supuesto y que podemos disponer gracias al trabajo de otras personas. Nos hacer recordar que no todas las personas gozan de estos cuidados imprescindibles para la vida, como la alimentación, la vivienda, la salud… entre otros. Y añade, “ser conscientes nos hace deudores y luchadores” para que sean derechos y cuidados para todos. Cita esa frase tan repetida en esta temporada: “El virus ha venido a enseñarnos algo, ojalá lo aprendamos”, pero asegura que “la movida y descoloque que ha provocado es desigual e injusto”. Los cuidados más esenciales para la vida, como los que tienen relación con la alimentación, son los peor pagados. “Confundimos valor con precio; lo más valioso, es lo más barato”, sigue argumentando. La población inmigrante ha sufrido las consecuencias, no solo por ser inmigrantes, sino por ser, en muchos casos, población excluida. Nuestra legislación invisibiliza a una gran población de inmigrantes, a veces ni los contempla. Los trabajadores de estos servicios esenciales, además, son los que tienen mayor inseguridad laboral. Hay muchas respuestas legales que se están dando a las personas perjudicadas por esta pandemia, pero estos colectivos, en situación de legalidad irregular, quedan fuera ante los requisitos que se exigen porque sus situaciones laborables y habitacionales no lo permiten, son muchas las personas que viven al día para comer o viven en la calle. Por ello es necesario pedir que la legalidad contemple a todos los ciudadanos y no solo a algunos; necesitamos políticas no solo de protección, sino de cambio estructural.

Por otra parte, Tusta comenta la red de solidaridad admirable que ha surgido en el barrio de San Cristóbal para paliar tantas dificultades. Se han unido fuerzas para paliar la brecha digital en educación, las causas que originan el miedo, la inseguridad habitacional… Señala tres dimensiones donde podríamos priorizar el cambio: nuevos modelos productivos y de consumo; cauces legales y seguros para los migrantes; refuerzo de lo comunitario, de los vínculos. Termina su intervención con tres palabras que ojalá, dice, nos enseñe esta situación: escucha, acogida e integración que el papa Francisco ha recomendado con frecuencia ante la movilidad humana.

En segundo lugar, Ángeles Alquezar, de la delegación de InteRed en Cataluña compartió datos del análisis Cuidar para sostener la vida. Sobre el uso del tiempo en mujeres migradas. Se trata de un diagnóstico participativo con 70 mujeres migradas, trabajadoras del hogar y cuidados de Girona, Barcelona y Lleida, elaborado por la Red de Migración, Género y Desarrollo en la que ha participado la Delegación de InteRed en Cataluña. El trabajo se ha hecho a través de diálogo y reflexión colectiva. En el uso del tiempo se explicitan las necesidades e intereses, los factores de fortalecimiento organizativo y las estrategias de resistencia. El limitado uso del tiempo dedicado al propio bienestar debilita la autonomía física, económica y política. Debido a las injustas condiciones laborales, las trabajadoras del hogar y los cuidados presentan secuelas en su salud física y mental que afectan su bienestar.

WEB3En su intervención se han puesto de manifiesto algunas conclusiones del estudio, entre otras, cómo en la lógica económica del sistema estas mujeres son vistas como “piezas sin valor” que cumplen una función útil para el Estado de bienestar. Las mujeres migradas son mano de obra barata que cumple su rol de cuidar la vida. El sistema actual de cuidados se sostiene en la irregularidad de estas trabajadoras. Se puede afirmar que prácticamente no hay políticas públicas destinadas a facilitar su reconocimiento y su inserción laboral.

Ángeles también expresa la enorme solidaridad que hay entre ellas y afirma con rotundidad que “son mujeres que generan mucha sororidad, apoyo mutuo y resiliencia”.

A continuación, Carmen Vásquez, de APDH-Huelva, comparte su experiencia con mujeres temporeras de Huelva y sus cuidados relacionados con la alimentación. En la mayoría de los lugares no hay albergues para temporeros, quienes tampoco tienen la posibilidad de alquilar una vivienda por los prejuicios creados, “no pueden acceder a una vivienda digna”. Los asentamientos no tienen servicio de agua, luz, recogida de residuos, “aunque estas personas son el motor económico de estos lugares”. Algunos ayuntamientos enviaban un camión cisterna tres veces por semana y ahora se ha suprimido el servicio; en otros, nada. Una vez terminado su trabajo, las mujeres marroquíes no pueden regresar por el cierre de las fronteras. Se ha denunciado la falta de seguridad en el trabajo del campo y las mujeres se han organizado para denunciar su situación en diferentes asociaciones. Se están recibiendo ayudas económicas en la región, pero pedimos que la inversión sea concreta, organizada. Nos preguntamos “cómo se garantizan los derechos y cuidados en un sistema que se sustenta en la desigualdad”.

Por último, Patricia Pérez, de InteRed Aragón, nos trae la experiencia de mujeres trabajadoras del hogar, mujeres expuestas a pérdida de empleo y sin prestaciones, que han accedido a tareas de cuidados en residencias de mayores y trabajos del hogar en situación de riesgo y sin las condiciones sanitarias exigidas; “han tenido que luchar mucho”, además, los centros de servicios sociales han estado cerrados. Comentó los resultados de una encuesta realizada a estas personas a la que respondieron unas cien. En ella se recogían tanto vivencias positivas como negativas. Un gran porcentaje confesaban haber trabajado en condiciones de mucho estrés, con temor ante la posible pérdida del empleo, la preocupación por la propia salud o la de sus seres queridos; no recibieron información sobre la pandemia; algunas han tenido que trabajar sin material de protección y haciendo uso frecuente de transporte público. Manifestaban sufrir dificultades de conciliación durante el confinamiento, cansancio a lo largo de todo el día, desmotivación para enfrentar las actividades de la vida diaria, angustia, tristeza, ansiedad, soledad, miedo, depresión, incluso insomnio, pérdida de control en los hábitos al comer o incluso ideas de suicidio. Algunas mujeres sufrieron violencia en tiempo de confinamiento.

Y Patricia destaca cómo “han intentado vivir con ánimo, disponibles para ayudar a otros, han sido capaces de pedir ayuda”, “se han implicado en iniciativas comunitarias”. Llegaron a experimentar la hipocresía del aplauso cuando no encontraban el cuidado necesario en los mismos que aplaudían a las 8 de la tarde. Patricia se pregunta “en qué y en quién se ha pensado con las medidas de contención: en la salud y la vida de las personas, o en no colapsar un sistema sanitario”. Este sistema se sostiene “porque el cuidado se ejerce sin derechos”. Patricia afirma que “nos hemos implicado en el apoyo mutuo, en los lazos vecinales y comunitarios”.

La sala toma la palabra

Siempre el tiempo parece corto para compartir tanta vida y hoy también lo fue. Los participantes ponían de relieve la necesidad de políticas no solo de protección, sino de cambio estructural; la necesidad de incidir públicamente implicando a los colectivos vulnerables con los que se trabaja, porque “las personas tienen voz, no sustituyamos su voz”.

Se valoran los apoyos abiertos en estos momentos, hay que sostenerlos y mantenerlos para cuidar a los más vulnerables, así como pedir una legislación que ampare a todos, que no excluya a nadie. Se insistió en “no caer en habituarnos a lo inaceptable, no acostumbrarnos a lo que es inaguantable”. “Es imprescindible visibilizar la injusticia, la desigualdad, la falta de derechos; es tarea de todos.”

Frente al envejecimiento de la población, se pregunta cómo garantizamos que todos tengan asegurados el derecho a pensiones, acceso a residencias y cuidados necesarios en caso de dependencia. El empadronamiento es un trámite complicado; hay muchas personas que no pueden llegar a empadronarse y resulta una traba para acceder a otros derechos. “Hay municipios que no han empadronado a personas que viven en asentamientos chabolistas, o en la calle”. Es un buen momento para cuestionarse “en qué medida estamos poniendo a la persona en el centro”, “cómo poder vivir un consumo más responsable”, “cómo garantizar unos derechos en un sistema basado en la desigualdad”. Es la hora de participar en los cauces de la localidad donde se vive.

Un encuentro que no acaba

WEB4Como finalización del encuentro los participantes expresan con una palabra la experiencia vida, palabras que toman forma de nube. Se agradece este espacio compartido. Prevalece una llamada a un mayor compromiso y el deseo de seguir trabajando en alianza para que las acciones que se puedan realizar tengan una mayor incidencia política.

Enlaces a algunos materiales

Vídeo de las intervenciones

Publicaciones: Cuidar para sostener la vida, Pobreza del tiempo.

Vídeo: Al otro lado del cuidado