No es fácil mantener la esperanza en momentos difíciles. Es un don que debemos descubrir y agradecer. Sofía Santiago Serna nos lo recuerda en este poema escrito  el 15 de marzo de 2020, el segundo día de confinamiento en casa, invitándonos a abrir la puerta del corazón a la esperanza, así, de par en par.

BUSCANDO LA ESPERANZA

Cuando hay tanto dolor en esta Tierra buena,
hay que meterse dentro, en las entrañas
y entablar, en medio del silencio
un diálogo de amor, una plegaria.

El silencio es rotundo, rompe el alma
y sería siniestro si no supiera que existe la palabra.
Esa que te acompaña, esa que da consuelo,
esa que a través de las redes, balbucea “te quiero”.

Mis querida familia, mis queridos amigos,
vamos a ser sinceros, vamos a contemplar
nuestro querido mundo con sus miedos.

Miedo al dolor, del alma y del cuerpo.
Miedo a la soledad, al ir muriendo.
Miedo a aquel desconocido que me invadió por dentro.
Miedo a mi fragilidad, a mis caídas, miedo.

Pero no me conformo y yo resuelvo
abrir de par en par la puerta a la esperanza
y la invito a que pase para invadir mi casa
y con ella, en dulce compañía,
saboreo la historia de mi vida y grito, ¡gracias!

¡Gracias, por estar viva!
¡Gracias! porque encontré tu rostro, tu mirada.
¡Gracias! porque en días oscuros
esa luz de tus ojos me acompaña
y porque en días claros, tú me dejas volar, soñar con alma.

¡Gracias!, por mi familia,
los que está ya en el cielo, son destellos de luz cada mañana,
los que viven la tierra me besan y me abrazan.

¡Gracias!, por los amigos,
sin ellos, quizás me perdería,
con ellos, camino esperanzada.

¡Gracias!, por los vecinos y por los parroquianos;
ellos también comparten mi esperanza.

¡Gracias!, por el tendero que me ofrece
las fresas más sabrosas para el alma.

¡Gracias!, por los desconocidos,
los que envían mensajes…
los que limpian y arreglan la ciudad donde vivo,
los que cuidan el cuerpo en hospitales,
los que me dan la paz en una Iglesia
o me piden limosna para andar su camino.

¡Gracias!

¡Gracias!, a ti, Señor, timonel de mi barca.
Me llevas y me traes por donde quieres
y siempre me das alas.

¡Gracias!, Santa MARÍA, tú ya habitas mi casa
y sosiegas mis sueños y presentas mis ganas de ser buena
a aquel, que me conoce y que me llama.

¡Gracias, vocación, que siendo casi niña llegaste hasta mi casa
y me abriste a la dulce tentación de seguir tu llamada.
Contigo recorrí lugares y presencias
y contigo viví la pertenencia de ser toda de Dios
y toda de la gente, enamorada.

¡Gracias!, ¡muchas gracias!

Termino, en estos días duros, con la sed de esperanza
porque quiero, con hombres y mujeres de esta tierra,
llegar a conquistarla.

Por Sofía Santiago Serna