#DíaDelLibro en Casa 2020. Desde Santiago de Compostela, María Teresa Val Dávila envía un poema publicado en su libro Luz en mi sendero de la editorial Monte Carmelo, Burgos, 2008.

“Voy avanzando en edad, pero ahora dependo más del viento que de los remos. Mis velas están vueltas al viento.” Tagore

En el mar de la vida, todos somos veleros, enfilados al Puerto.
¡Qué necesario es conocer y aprovechar la fuerza motriz del viento!
Saber vadear las balizas, que señalan obstáculos, a veces encubiertos,
salvarlas con un giro rápido y acertado, sin perder mucho tiempo.

Que otros hagan la travesía a remo, fiados en su esfuerzo;
a mí me ha tocado navegar a vela impulsada por el viento.
¡Vocación de madurez! ¡Nuevo llamamiento!

¿Qué viento será el motor de mi jornada? El viento con mayúsculas.
El Viento del Espíritu que hinche mis velas a diario,
desde el amanecer hasta el ocaso, si estamos atentos.
Aprovechemos el impulso del viento. ¡He ahí el secreto!

Hay diferentes ráfagas que debo descubrir.
El viento que me ofrecen los cercanos, con sus buenos ejemplos,
el viento de los rostros serenos, el vientos de las buenas noticias,
el viento de una palabra de aliento.
El viento de advertencias y avisos en nuestros desaciertos.
El viento de los buenos consejos. El viento en los días de salud
y el viento del amor, si estamos enfermos…
El viento de la esperanza, de ánimo, que nos dice:
¡Avanza! ¡Falta poco! ¡Se ve el Puerto!
Tienes que descubrir el impulso del viento dejándote llevar
sin querer fiarte de tu esfuerzo.

Reza, ahora, despacio, en silencio.
Pon nombre al viento que recibes, día a día a cada momento.
Déjate llevar suavemente, por el Viento del Espíritu ¡Es el secreto!