#DíaDelLibro en Casa 2020. Hoy, 1 de mayo, seguimos publicando algunos textos que nos han llegado para participar en esta iniciativa y os hacemos llegar estas líneas donde la autora hace una reflexión sobre nuestra manera de enfrentarnos ante ese modo de ‘hacer’ que nos impide ser, y ser felices.

Margarita Bartolomé Pina nos brinda hoy un fragmento del artículo Ser signos de alegría. ¿Qué hacer para que los otros tengan vida y alegría? “Hoy os ofrezco un escrito mío que quizá pocos conocéis. Confieso que leí mucho y oré bastante antes de escribirlo. Pero también, que lo escribí desde la vida. Todo va unido. Y así os lo ofrezco.” El artículo está publicado en XVII Fòrum Cristianisme i Món d’avui. Com cantar en terra estranya. (Salm.137). Valencia. Ed. Culturals Valencianes, S.A. pp. 67-101.

El talante de los pobres, libres y felices

¿Cómo vernos libres del deseo de hacer?

El deseo de hacer, esa actividad estresante que tanto nos enorgullece y que oculta la secreta ambición, de llegar a ser como Dios. Una compañera, al verme agobiada por el trabajo, se me enfrentó un día diciéndome: “Pero ¿qué buscas? ¿Por qué te afanas tanto?” ¡Qué gráficamente Frankl (2000) ha definido esa fiebre de actividad como neurosis noógena, que supone la pérdida paulatina del sentido de nuestra vida!: “No es cierto que el hombre busque original y principalmente la felicidad. Lo que el hombre quiere es tener un motivo para ser feliz. Una vez tiene el motivo, la felicidad llega por sí sola.” Pero encontrar ese motivo poderoso es encontrar el sentido de nuestra existencia, aquello por lo que vale la pena vivir… y morir. Y para ello necesitamos tiempo para vaciar la bandeja de nuestros deseos. Necesitamos ir adquiriendo un estilo de vida donde haya tiempo para el encuentro gozoso con Dios y con los hermanos, para hacerse consciente de las necesidades de los demás (aprender a mirar, como el viajero samaritano, al caído al borde del camino), para asombrarse y gozar con la naturaleza, para aprender a leer los signos de los tiempos, para compartir, para vivir y celebrar y hacer fiesta… Confieso que esto es muy fácil de escribir y algo tremendamente difícil de hacer para quien ha crecido con el modernismo y el modelo internalizado del ‘hombre o la mujer trabajadores’. Necesitamos ayudarnos mutuamente para crear esa cultura de la gratuidad, de la comunicación y el compartir en ambientes cercanos y estimulantes. Por algo hemos insistido desde el comienzo en la alegría como don. Es desde la pobreza personal y colectiva, desde el reconocimiento de nuestra incapacidad para avanzar y desde la voluntad de hacerlo, como un día podremos agradecer esa libertad que nos ha sido dada y que nos permite exclamar: “Acreciste la alegría, aumentaste el gozo” (Is. 9,2).