Creí; por esto hablé; mas yo he sido sumamente abatido. Sal 115, 1.

Creer bien y enmudecer no es posible; lo dice el Real Profeta o sea el Espíritu Santo por boca de David. Creí, por esto hablé. Es decir, mi creencia, mi fe no es vacilante, es firme, inquebrantable, y por eso hablo. Los que pretenden armonizar el silencio reprobable con la fe sincera, pretenden un imposible. Los verdaderos creyentes hablan para confesar la verdad que profesan; cuando deben, como deben, ante quienes deben y para decir lo que deben (…).

Mas yo he sido sumamente abatido. Contrariedades, persecuciones, sufrimientos, martirio, todo ello, viene como consecuencia legítima. Así aconteció al Maestro, y “no ha de ser el discípulo más que su maestro, ni el siervo más que su Señor”.

San Pedro Poveda (1920), Publicado en Amigos fuertes de Dios, páginas 131-132