Aprended de mí que soy manso. Mat. 11, 29.

Estimo que los tiempos presentes reclaman de un modo especial el ejercicio de esta virtud. Porque las injusticias, la rebelión, la confusión, el desprecio de las cosas santas excitan la ira y convierten en amargo y áspero el celo. “Con dulzura se educa, con dulzura se enseña, con dulzura se invita a la virtud (…) con dulzura gobierna bien, con dulzura se hace todo lo bueno … Si preferimos la acritud, la reticencia, la sequedad, la ira, la impaciencia, la brusquedad, la insolencia, no es porque entendamos que así hacemos más bien al prójimo. Es porque así nos resulta mas cómodo, mas fácil y, mas a nuestro gusto”.  No hay que hacerse ilusiones, la mansedumbre, la afabilidad, la dulzura son las virtudes que conquistan el mundo”.

San Pedro Poveda (1920), Publicado en Amigos fuertes de Dios, página 204